sábado, 30 de julio de 2011

El viaje II

Madrugón que te cagas, aseo en el rio y desayuno potente para afrontar el nuevo dia. A partir de Nº Sª da Ribeira el río se encajona aún más,  y a partir de Massia Ferradossa, tras pasar por debajo del puente del ferrocarril se empieza a navegar entre escarpaduras de granitos y gneis, cubiertas de encinas, jaras y vegetación que me hizo recordar Despeñaperros.
 Muy cerca ya de la barragem de Valeira, en la orilla izquierda hay una inscripción en la roca que dice “grosso modo” que la presa se construyó para regular el caudal y facilitar la navegación, que hasta entonces había sido bastante peligrosa; después, a escasos 2 kilómetros está ya la presa y la esclusa, cuyo paso tenia apalabrado para las 10’30. Como me sobraba más una hora me decidí a echar una cabezadita junto al barco abandonado que hay frente a la entrada de la esclusa. Sobre las 10’15 se asomó por ahí uno de los encargados de la esclusa y tras preguntarme el nombre, me hizo una señal de que ya podía entrar si quería, así que aproé a “Sleipnir” y pasé al canal.

La sensación de estar dentro, notar como se baja el portón y se pone en marcha el mecanismo que va a expulsar el agua para poder bajar los casi 20 metros de desnivel es indescriptible; se forman al caer el portón unas olas que recorren el reducido espacio de la esclusa y que me obligaron a sujetarme a las escalerillas de servicio; luego vienen unos ruidos y crujidos y enseguida se percibe el descenso del nivel del agua y como se va oscureciendo el ambiente a medida que nos hundimos en las profundidades. Cuando, por fin, deja de bajar el agua hay unos momentos de quietud y de seguido se oye el chirriar de la puerta que sube para abrir la esclusa. Mientras sube se forma una pequeña catarata que impide ver por unos segundos la salida, y recuerdo que pensé, influido por el olor a humedad y fango, la oscuridad, y el pavoroso tamaño de la esclusa, si no estaría esperándome a la salida la pavorosa cabeza octopoide del Gran Cthulhu; ( Nota: para futuros viajes no llevar libros de H. P. Lovecraft )
Por fortuna, cuando dejó de chorrear agua lo único que había esperando era el padre Duero, que me regaló una leve corriente que durante unos kilómetros me ayudó bastante en el paleo, de tal manera que antes de las doce y media estaba ya en Cais do Tua cascandome unas birras y descansando. El paisaje ha cambiado, el río va un poco mas abierto y la vegetación cuenta con más árboles de hoja caduca, como robles, y empiezan a abundar los eucaliptos. Ya no se ven tantos viñedos, en cambio hay mas casas. El viento vuelve a aparecer y debido al oleaje y al bajo nivel del río, voy a dar de costado contra unas rocas ocultas que casi me hacen volcar, pero un apoyo rápido y un poco de suerte me salvan. Me paro a comer y descansar a unos 4 kilómetros aguas arriba de Pinhão; empiezan a aparecer las primeras nubes y el viento arrecia, así que el descanso queda suprimido si quiero cumplir el objetivo de hoy, que es llegar a Foz Tavora. El viento me reduce la velocidad hasta casi unos miserables 5 kilómetros por hora pero aun así consigo llegar a Foz Tavora temprano. En ese momento cometí el error, que pagaría al día siguiente, de seguir hasta Folgosa, a 5 kilómetros  antes de llegar a Regua, sin tomar en consideración las molestias que desde media mañana tenía en la muñeca derecha. El viento toma proporciones absurdas y tardo casi tres horas en hacer los 11 kilómetros que hay entre Foz Tavora y Folgosa, lo que me da una media de poco más de 4 km/h, velocidad ridículamente baja.
   De todos modos, logro llegar a Folgosa  sobre las siete y media y allí me encuentro otra vez con la amabilidad de los portugueses: sin pedirlo, dos de los camareros del Restaurante Rui Palau, que es de ese tipo de sitios en los que no me dejan entrar en España, se acercaron cuando desembarcaba y me ayudaron a subir el kayak por la rampa hasta un pequeño parquecillo. Por supuesto que me tomé una cerveza allí, servida en una copa bien fría, mientras miro la caida de la tarde y como se recogen a puerto los rabelos. Ese restaurante es uno de los sitios que pienso visitar cuando vuelva a Portugal. Desde el inicio del viaje he sido tratado exquisitamente por todo el mundo que me he encontrado, tanto los españoles como los portugueses. Mientras monto la tienda y me preparo para cenar y pasar la noche, se acercan curiosos varios vecinos y entablamos conversación a base de portugués y español chapurreado y sobre todo buena voluntad; se asombran mucho de que vaya solo (sousinho como dicen ellos) y me indican donde hay una panadería por si me hace falta para el desayuno del día siguiente. Tambien me doy cuenta de muchas de las fotos y videos que he sacado no se ven y que la camara me da aviso en algunos archivos "error de tarjeta". Por fortuna aun se pueden ver, mal que bien, algunas fotos y videos. Sería una pena que no pudiera documentar completamente el viaje... 

 Empieza a refrescar bastante y en el cielo se van amontonando las señales de que se acaba el buen tiempo; la muñeca molesta bastante y me noto el estómago algo raro, pero me da igual, he hecho 48 kilómetros en un día, he conocido más gente y tengo un sitio para dormir. al dia siguiente pagaré los excesos.